Churros con chocolate

 Los churros también me los presento José en Granada, aunque los probé poco tiempo antes de irme, no soy muy de cosas dulces, entonces no me llamaban la atención. Disfrute mucho más el chocolate. Ese brebaje espeso semiamargo diferente a lo que consumimos aquí.

En Sevilla, como coincidencia del destino a un lado del mercado había una churrería de cierta fama. Al segundo o tercer fin de semana de haber llegado decidí ir a probarlos. Estaban buenos, por ser ya época de calor no hacían mas chocolate. Así que me contentaba con comprar uno en el supermercado. 

Se volvieron parte de mi rutina del domingo. Me despertaba temprano, bajaba por los churros, preparaba el chocolate. Y ese era mi desayuno del domingo. Después me bañaba, salía rumbo al centro, y entraba a misa de las 12:00 en la Catedral.

Me gustaba ir temprano a comprarlos, generalmente estaba lleno de ancianos, sobre todo mujeres, escuchar el chismorreo del barrio era entretenido. El local de los churros era extraño, la mitad estaba ocupada por los cazos de acero, la bascula y un mostrador. Y la otra mitad estaba llena de chacaras para vender, cosas viejas, muebles, bases de cama, mesas, sillas, estantes, juguetes, ropa, muchos libros.


Nunca compre otra cosa que los churros, no había ningún libro que valiera la pena traer desde allá, eran los típicos libros que todo mundo tiene en su biblioteca, novelas universales, las recopilaciones del Reader digest, libros de la escuela. Alguna vez busque esperando encontrar algún libro que valiera la pena. Pero lo único bueno ahí eran los churros.

A pesar de que asocio los churros con algo dulce, allá son diferentes a lo que estamos acostumbrados aquí. Diría que realmente son salados. 

Era algo que (como todo en España), quería mostrarle a May.

May probo los churros en Cádiz, en una famosa churrería de la plaza de las flores, ahí le hice unas fotos. Probablemente una de las fotos más espontaneas que tengo de ella. 

Eran unos churros idílicos, casi podría decir que oníricos, sentados, en una mañana de verano en Cádiz, en medio de una plaza llena de flores de todos colores, a unos metros del mediterráneo.

La secuencia de fotos lo dice todo. 







Me sorprendió tanto su cara de felicidad, algo así de simple puede hacerla feliz, es algo que adoro de ella. Su sonrisa me llena.

Creo que una de las cosas que ella más extraña son los churros. No el vino, no el vermut. Los churros con chocolate.





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