Anillos, Promesas, Camino de Santiago y Compostela
Me voy a casar. Ya escrito se ve como algo serio, pero creo que a estas alturas de mi relación era el paso lógico a seguir. Y pensando en eso, intente planear todo para que mi declaración fuera una sorpresa. Compre un anillo de oro blanco con diamantes pequeñitos, (por que los diamantes son para siempre) y un zafiro de un hermoso azul. Toda tenía que ser diferente. El objetivo principal del viaje a España era justo declararme.
Creo que estoy tan enamorado de España y específicamente
del Camino de Santiago que le contagie a mi pareja ese amor. Así que me fui de
México con el anillo en el equipaje, lo guarde meses en mi cuarto, y cuando
ella llego a Sevilla por mí, tuve que hacer malabares para mantenerlo
escondido.
Visitamos toda la España que pudimos y que es por
una razón u otra especial para nosotros. Sevilla, Cádiz, Jerez de la Frontera, Asturias,
Zamora, Toro, El Camino, Compostela, Madrid, Barcelona y montonal de ciudades
intermedias. Y tal vez en otra entrada les platique cuando le presente el Mediterráneo
y yo lo re descubrí en sus ojos. O de nuestras aventuras con los gitanos. O les
presuma que hicimos el amor por toda España (y en la plaza de España). O que durante
un día fue la mexicana más andaluza del mundo. O que nos emborrachamos con unos
desconocidos en Toro. O que ahora nos sueño viviendo en Zamora. O que nuestra única
pelea fue por que yo no me quería casar y la aguante como un campeón sabiendo que,
en el closet de mi departamento de Sevilla, escondida en un rincón había una
caja con un anillo que decía justo lo contrario. Pero esto se trata solamente
de como hay lugares que nos cambian la vida, o lugares que uno escoge para que
se la cambien. Y no se si el Camino de Santiago cuente como un lugar, o como un
tiempo, o como un sueño. Pero me cambio la vida y yo escogí que nos la cambiara
a los dos.
Escogí el Camino y Compostela para declararme con
conocimiento de causa, tuve dudas, los primeros días mientras mi novia y yo paseábamos
por Sevilla, tuve muchas veces la intención de declararme. ¿Qué diferencia había
entre aquí o allá?, ¿Entre ahora y en unos días? Convertir el viaje de novios
en viaje de compromiso. Pero fui pensando que el Camino es una exacta alegoría
de la vida. Peregrinos que recorremos una senda, solos o acompañados. Y así
como fuera el Camino, así sería nuestra vida juntos. Como una especie de oráculo
pagano que se construía a cada paso.
Y llegamos a Sarria y empezamos el Camino, 120 kilómetros
hasta Santiago. En cada paso que daba recordaba mi peregrinaje anterior, todo
me era familiar, (tengo muy buena memoria), y cada lugar me saludada como un viejo
amigo al que no se ha visto en mucho tiempo. Pero de la misma manera, me
regocijaba en los pasos de mi novia, descubría en ella la emoción de quien
Camina por primera vez, su sorpresa ante las cosas que a mí me eran familiares.
Maywalida (que asi se llama mi pareja), le aporto
una magia a mi España que no imaginaba. Todo en este viaje estuvo tocado por la
buena suerte. Como si su por la voluntad de que fuéramos felices la realidad se
transformara para sorprendernos.
En Sarria nos toco feria, y nos hartamos de chuletón,
de pulpo a freira, de churrasco, de pan y de vino. Y compramos (por fin)
bastones de madera para el Camino. Y así empezamos a caminar, durante 5 días. En
los cuales caminamos juntos y a nuestro paso, y nos tomábamos de la mano, y nos
decíamos te amo entre sonrisas y cansancio, y comíamos pan, y miel y le
compramos frambuesas a viejas que casi no hablaban español, y nos metimos a mil
huertos y saludábamos a las vacas y a los burros y al maíz, y tomábamos agua de
las fuentes y metíamos los pies en los ríos, y yo cantaba “El hijo desobediente”.
Días en los que encontramos hospedaje en cada lugar donde íbamos. Donde cenamos
delicioso. 5 días en los cuales a las 5 de la tarde invariablemente íbamos a
misa, cansados, recién bañados y con hambre. Misas donde la magia de Dios se
manifestaba en la comunión de los peregrinos. (Siempre he dicho que hay magia
en caminar). Y después cenábamos y veíamos las estrellas y nos dormíamos haciendo
el amor y nos levantábamos antes de que saliera el sol y salíamos otra vez a
caminar.
Y así llegamos a Santiago de Compostela, justo
cuando íbamos entrando al casco viejo empezó una lluvia que nos venia amenazando
desde la mañana. El cielo se caía gota a gota, no paramos, empapados y todo
llegamos a la Plaza del Obradoiro (ahora que lo pienso tal vez la lluvia fue mi
última oportunidad de arrepentirme), y ahí, frente a la Catedral nos abrazamos
y lloramos de alegría. Estuvimos parados no sé cuanto tiempo, horas me
parecieron a mí. No hallaba las palabras, y antes de que ella se desesperara de
estar ahí parada y la magia se disolviera, la tome de la mano y la lleve a la
puerta de la Catedral, y ahí entre no se cuantas verdades le pregunte que si quería
casarse conmigo.
Aunque no parezca obvio, me dijo que sí. Nos
fuimos a nuestro alojamiento y salimos a cenar. El día más mágico de mi vida
termino entre tintos de toro, chuletón y pulpo a freira. Esta vez
termine el Camino de Santiago ebrio de amor.
Se que casarnos era el paso lógico siguiente,
pero no quería que algo tan importante para ella, fuera un mero si de rutina,
creo que merece magia, que fuera una anécdota que les contaremos a nuestros
nietos.
Para colmo todo mundo sabía que yo me iba a
declarar, mis amigos fueron los primeros en saberlo y después se fue enterando
mi familia. Nuestro viaje y la pedida fueron eventos muy seguidos. Una amiga mía
le dijo hace poco a mi novia: “Tu no me conoces, soy amiga de Mario, pero yo
llore cuando él te pidió matrimonio”. Fue muy bonito cuando subimos las fotos a
Facebook e Instagram y recibimos una cantidad de felicitaciones y buenos deseos
que no me esperaba. Creo que todo valió la pena.
Y respecto al matrimonio, pues no es diferente a
lo que ya tenemos, vivimos juntos, peleamos, crecemos, nos amamos; creo que lo único
que esto cambia es que ahora los dos tendremos que usar anillos, tendremos que
hacer una fiesta para decir enfrente de la autoridad Civil y Religiosa, lo que
todo mundo ya sabe. Acepto pasar mi vida a tu lado. Acepto tu amor como aceptas
el mío. Prometo hacerte feliz. Y así que la magia del Camino de Santiago nos
acompañe siempre.
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