Ajo, cebolla y vino.

Tome una sartén, póngala sobre la estufa pero no encienda el fuego, agregue generosamente aceite de oliva.

Destape una botella de vino blanco, joven de preferencia. Déjela respirar.

Tome un diente de ajo, o dos, o los que quiera. Píquelos finamente, hasta casi desaparecerlos, póngalos sobre el aceite de la sartén.

Sirva vino en una copa y antes de continuar brinde por el dios del fuego y por el del vino.

Encienda ahora si el fuego, llama baja, queremos que el ajo infusione el aceite muy despacio.

Mientras terminamos nuestra copa, de considerarlo necesario sírvase otra vez, la ingesta de vino es, al gusto del cocinero. Aumente un poco la flama.

Coja una cebolla, o más, píquela, en cuadros pequeños y regulares.

Si para este momento en el aire ya se percibe el aroma del aceite de oliva y el ajo, agregue la cebolla.
De no ser así, continúe con el vino.

Use la pala (de madera por supuesto), para mezclar la cebolla, el ajo y el aceite y distribuirlos sobre la superficie de la sartén. Después sea parco con las intervenciones de la pala, no queremos molestar el ménage à trois que se gesta sobre la flama.

De nuevo el olfato será el indicador, cuando sienta el aroma dulce de la cebolla en el aire, tome la botella de vino y con cuidado vierta una cantidad de liquido sobre los demás ingredientes. Embriague a la cebolla y al ajo. Baje la flama, revuelva despacio. De un paso atrás y espere.

Ese olor dulzón le dirá que el sofrito esta listo, no deje reducir más el vino.

Ese olor es una de las cosas que mas felicidad me causan, me recuerda a mi padre, era uno de sus preparados básicos, viene a mi mente su imagen, parado en la cocina, serio, concentrado, con su mandil rojo.

Puede usarse para sofreír pescados. Si le añade algo de crema y queso parmesano, tendrá la base de una pasta. En los dos casos. Salpimentar al gusto. Para terminar la pasta agregue perejil finamente picado. Para el pescado, unas ramitas de hinojo.

Si la botella de vino sobrevivió hasta este momento, no dude en acompañar su platillo con él. Si no, siéntase libre de abrir otra botella.

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