Sonidos de Sevilla
Era la mañana mi cuarto o quinto día en Sevilla, la tarde anterior mi casero/roomie se había ido a su pueblo a ver a sus padres por lo que me quedé con el departamento para mí solo y esa noche me desvelé viendo la televisión y leyendo. Por la mañana dormía tranquilamente el sueño de los justos cuando me despertó un estruendo horrible, pensé que era un choque, un accidente, el desplome de un edificio, en ese momento me pare inmediatamente de la cama y salí a la ventana de la terraza a ver qué pasaba, esperando ver fuego, escuchar lamentos o ver a los vecinos desalojar los edificios y ver personas corriendo por la calle bañadas en sangre. Pero nada, todo tranquilo. Me preguntaba si lo habría soñado, generalmente no tengo pesadillas. Fue muy raro, así que lo deje pasar y me disponía a volverme a acostar cuando escuche el ruido de nuevo. Y entonces supe que era, el maldito estruendo iba pasando por la calle justo bajo la terraza; era el vendedor de gas. Todo mundo se preguntará, ¿un vendedor de gas te asusto?, pero si en México también pasan los del gas con sus altavoces que pregonan su propaganda o la canción de "La vida es un carnaval". Y yo les diría, claro lo que no hacen dichos repartidores, es pasar bajo la ventana moviendo los tanques para que se golpeen unos contra otros buscando hacer el mayor escándalo posible, si no de demostrar con su afán suicida que están dispuestos a morir con tal de vender el gas y llevártelo a tu casa. Y para que no quede duda del tipo de material peligroso que transportan (por si alguien no cree que estén dispuestos a morir con tal de vender), todavía gritan por el altavoz: ¡Butano!, ¡Butano!, mientras sacuden con violencia maniaca los tanques uno contra otro, esperando que algún cliente que no desee morir les compre.
Y así, sin poder comprarles porque en el departamento no usamos gas, y con el miedo a morir que implicaba su suicida forma de venta, cerré las persianas de la terraza y me encomendé a la Virgen de la Macarena y esperé de hinojos hasta que pasaron.
Claro que, con mi extraordinaria capacidad de adaptación, después de atentos ejercicios de escucha y observación y dándome cuenta de que a pesar de la actitud suicida de los vendedores ninguna explosión se ha producido, ahora puedo seguir durmiendo cada que los escucho, y he incorporado su peculiar pregón al ruido de fondo que tiene Sevilla.
Y así, sin poder comprarles porque en el departamento no usamos gas, y con el miedo a morir que implicaba su suicida forma de venta, cerré las persianas de la terraza y me encomendé a la Virgen de la Macarena y esperé de hinojos hasta que pasaron.
Claro que, con mi extraordinaria capacidad de adaptación, después de atentos ejercicios de escucha y observación y dándome cuenta de que a pesar de la actitud suicida de los vendedores ninguna explosión se ha producido, ahora puedo seguir durmiendo cada que los escucho, y he incorporado su peculiar pregón al ruido de fondo que tiene Sevilla.
Actualización
Como ya me había acostumbrado al ruido y además generalmente me salgo por las mañanas a caminar, se me había pasado tomarle una foto al vendedor. Así que ahora que ya sé que pasa lunes, miércoles y viernes me propuse tomársela. Y lo logré.
Sin embargo, me lleve una sorpresa y mi miedo volvió.
Primero, la foto:
Este es el camioncito de marras que me asustaba.
Segundo: aunque en la foto no se ve, el chofer/vendedor estaba fumando. No sé si era la reafirmación de su actitud suicida, o un voto de confianza las medidas de seguridad. Pero estoy seguro que eso debe ser ilegal aquí y en China.
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