Algodón de Azúcar

 

La semana pasada, durante las noches que caminaba de casa de mi novia a la casa de una prima donde me estaba quedando, pasaba por una esquina donde hay unos tacos bastante famosos. El primer día de mis recorridos nocturnos me detuve a comprar una orden de tacos (de machitos y muy buenos por cierto). 

Mientras estaba parado esperando que despacharan mi orden, llego un vendedor de algodones de azúcar y se paro como haciendo guardia a unos metros de los tacos. Entro otras cosas tengo una debilidad por los algodones de azúcar. Me taren buenos recuerdos de mi infancia, ya que mi papa siempre que me llevaba a misa en el D.F. me compraba un algodón al salir, cada domingo alternábamos el color, azul, morado o rosa. Es uno de los recuerdos de mi infancia en los que me agrada ir a la iglesia, y encima de todo pasaba un buen momento con mi papá.

Además de los obvias remembranzas, el aspecto del vendedor, un hombre mayor, con la mano que sostenía los algodones vendada de tosca manera, desaliñado, con la ropa en mal estado, con un cansancio muy reflejado en sus facciones, y que fueran casi las 11 de la noche. No pude evitar comprar un algodón en ese momento, bueno en realidad compre dos, aunque solo tenia color rosa, uno pretendía regalárselo a mi novia.

No me lo comí, ni se lo di a mi novia, deje los algodones esperando encima de la mesa.Tres de los días que hice recorrido nocturno obligatoriamente pasaba por los tacos y por consiguiente veía al vendedor de algodones. Y al verlo mi vena emocional se activaba y volvía a comprar mas algodones.

El cuarto día, antes da salir da casa me di cuenta que tenia una montaña de algodones de azúcar rosas que nunca podría terminar sin que me diera coma diabético, así que decidí regalarlos o dárselos a los perros hasta que solo me quedaron los 2 algodones que iniciaron todo, los cuales para ese momento ya si habían convertido en unas plastas informes de azúcar rosa. Esos fueron los únicos algodones que probé, uno nos lo acabamos entre mis perros y yo, y el otro nos lo comimos entre mi papa mi hermana y yo.

Desde ahí decidí no volver a pasar por esa esquina, aunque me arriesgara a que me asaltaran o me violaran, o simplemente a caminar mas. Digo, cada algodón me costaba $ 10 pesos y la economía no esta para andar comprándome diabetes rosas a las 11 de la noche.

Comentarios