Paso una noche…

La cabeza de ella estaba acurrucada en su pecho, sus respiraciones se acompasaban en esa tranquilidad que queda tras el orgasmo, donde solo quedan las caricias tiernas, los besos cómplices, los te quiero susurrados despacio y al oído… pero el silencio y aquella tranquilidad fueron rotos por el brusco accionar de la puerta automática de la cochera; ella se levanto, rápidamente sin ningún pudor, y  le dijo a el – ¡vístete en chinga que ya llegaron mis papas!-. Fueron segundos de forcejear con la ropa, y batallar con los botones de la camisa, lo difícil fue recomponer el gesto de felicidad cómplice, y alisar las sabanas, mientras un incienso trataba,  –vanamente- de ocultar el olor a intimidad que como niebla espesa impregnaba el aire.

Aunque de nada sirvió tanto esfuerzo, cuando minutos después los dos bajaban la escalera tomados de la mano, y en la cara de la que no era su suegra, vieron la desaprobación, cuando la señora leyó las señales de la intimidad que acababa de interrumpir. Mas valía haber puesto seguro a la puerta y quedarse desnudos inmunes al mundo, pero uno no cuenta con que hay que mantener las apariencias.

Fue cena aderezada de reproches y malas caras, de apretones de mano disimuladas tras la ensaladera, de caricias por debajo del mantel, de miradas tiernas, y de besos al aire, que el que no era su suegro fingía no ver.

La velada termino temprano, con el pretexto de compromisos familiares a la mañana siguiente, planeados al minuto, que no pensaban ser cumplidos, solo eran pretextos para alejarlo a el de ella.

Fueron minutos tranquilos, felices, mientras ella manejaba y el la llenaba de besos, de caricias, de frases y poemas dichos al oído, despacio, con mas intención que arte, con una voz que mas invitaba al discurso que a la declamación, pero que la atmosfera del auto volvía melosa.

Y ahí estaban, aparcados afuera de su casa, atrapados en la indecisión, el para bajarse y ella para partir,  mientras los besos se prolongaban y la lluvia amenazaba con arreciar, despacio bebían de una botella de tinto que a escondidas y con el corcho precariamente puesto habían sustraído de la cava, sabiendo que con cada trago y cada gota se les acababa la noche, y a pesar de todo el intentaba retenerla a su lado, invitándola a pasar lo que restaba de la noche con el, aunque los dos sabían que era imposible.

De pronto, sin previo aviso el se baja del auto,y ella lo ve rodearlo hasta situarse en su puerta, abrirla y despacio tomarla de la mano y obligarla a apearse botella en mano, mientras el sin previo aviso le planta un beso, húmedo, con sabor a lluvia, y a vino; El decide que le gusta ese sabor, y toma un sorbo de vino, e indolente abre la boca y toma agua de lluvia; Ella entiende la indirecta y se acerca a beber de aquellos labios que jura amar…empapados los dos, con la puerta de la camioneta abierta, mientras en el estéreo suena

Y aléjate de mi amor....
Yo se que aun estas a tiempo....
No soy quien en verdad parezco....
y perdón no soy quien crees YO NO CAI DEL CIELO…

una cancion de Camila; y el en sus adentros se pregunta si la cancion es una señal para El, o para Ella.

Y asi termina su noche, empapados, fundidos en un beso y en un te amo que no durara.

De repente El se encuentra en su cuarto, solo, no sabe si lo que esta escribiendo fue un sueño, ni cuando lo soñó, simplemente sabe; que paso una noche…

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